jueves, 12 de febrero de 2009

Hastíos

“Cuando, cómo y por quien había entrado en el Departamento, son preguntas que nadie se hacía, pues cuántos en él trabajaban lo habían visto allí desde siempre, ocupándo su puesto con la misma dignidad, propio de un funcionario encargado de copiar documentos, y hubo quién llegó a suponer que sin duda había nacido así, en aquella misma actitud, en aquel preciso lugar y vistiendo el mismo uniforme.” Gogol “El Capote”



HASTÍOS
¿Metas? ¿Un árbol, un hijo, un libro? De todo eso, sólo logró dos niños que en sus rostros llevaban el estigma de lo previsible. Plantar un árbol exige entrar en contacto con la tierra. Trabajo sucio por definición. Escribir un libro supone cierta imaginación. Trabajo irreal y peligroso. Metas...
Acomodó la almohada y volvió al diario. Procuró que la luz del velador no diera directamente sobre el rostro de su mujer. No quería que al despertar arruinara su momento de soledad. En la oficina, tras su escritorio de eternos papales, rara vez estaba solo.
En un gesto maquinal intentó alisar sus pelos esclavos y dispersos. Acomodó sus lentes y prosiguió la lectura. Sus ojos, resto de rebeldía que le quedaba, se volvieron por enésima vez a la primera plana.
La noticia: un ex-combatiente, enloquecido por el recuerdo de pasados horrores, había baleado a quince coreanos en un bar. Un recuadro especial se refería a la figura del asesino, su perfil psicológico, su historia, la de sus padres, el colegio, su primera novia. Opinaban acerca de él sicólogos, sociólogos, políticos y otros que tampoco tenían mucha idea. La lejanía del tema los ponía solemnes y comprensivos. El hombre había hablado y el mundo había fijado sus ojos en él al contestarle post mortem.
El diario le había arruinado el día. En ese momento supo que odiaba esa rutina asfixiante, que nunca le permitiría mas que ser un oficinista medio, uno de esos miles que recorren la gran ciudad, que salen y vuelven a la hora indicada de sus madrigueras. Siempre a la misma hora.
Al tomar conciencia de lo que era no pudo hacer otra cosa más que odiar a todos y a nadie en particular. Odió ese mundo absurdo que lo había corrompido. Ni siquiera podía pensar en sacarse de encima esa forma aburrida y cómoda de vivir. Si se iba de vacaciones, al mar o a la montaña, al poco tiempo se aburría y acudía desesperado a la noche, al bullicio de la pequeña ciudad que se esforzaba por imitar a la grande.
Advirtió que sus pensamientos vagaban por zonas que, por imprevisibles, le resultaban atormentadoras. Se llamó a trabajar con más ahínco aventando miedos inútiles. El transcurrir del día acrecentó sus inquietudes que, poco a poco, derivaron en confusos presentimientos.
Contempló a su mujer que roncaba, haciendo gala de un indudable sentido práctico de la vida, comenzó a fastidiarse. Al día siguiente la vida sería igual. Esta circunstancia lo terminó de irritar. Su esposa lo dejaba sufrir solo. Su soledad era un hecho.
Entonces también la odió y vio con claridad lo que habría de hacer. Toda su vida serviría de marco a ese momento. Decidió que tendría un momento de gloria. Único, fugaz, duradero. Se imaginó el diario del día siguiente y su única inquietud consistió en calcular cuánto espacio le dedicarían. Debía ser cuidadoso y no desaprovechar la única oportunidad que se le presentaba. Sólo tendría una. Debía usar su espíritu metódico, añejado por la diaria rutina, para de sacar provecho de esa fama, transitoria pero eterna.
No desperdició el odio incipiente, sordo y desesperado. Antes de pensarlo otra vez ahogó a su esposa con la almohada. El único escrúpulo desapareció al notar que ella no sufrió. Prolongó el sueño. Siempre pensó que no hay mal si no provoca sufrimiento. El mismo procedimiento, considerado ya como terapéutico, lo usó con sus dos hijos, peligrosos pichones y posibles réplicas de sí mismo. En ese instante consideró que no los había formado para morir y luego advirtió que tampoco para vivir.
El tenue resplandor que insistía en filtrarse por la ventana, empecinado en que, pese a todo, el mundo funcionara. El hombre se vistió con esmero, eligiendo con meticulosidad ritual sus ropas. Luego se afeitó. El espejo le devolvió una imagen un tanto desmejorada aunque sólo se vio más pálido que de costumbre. Abrió la salida de gas, no a fin de disimular lo hecho, sino pretendiendo que la noticia se supiera ese mismo día. De otro modo nada tendría sentido. La sensación inicial era muy importante. Al pasar se preguntó si al ser detenido concedería entrevistas. Quizás lo hiciera ese mismo día.
En su bolsillo deslizó una pesada llave inglesa, dejó las llaves del departamento sobre la mesa y sin mirar hacia atrás, cerró la puerta y salió. En el ascensor iba reflexionando sobre el modo de hacer que el asunto no apareciera como un simple crimen pasional. Eso no es original. No le quedaba mucho tiempo.
Tocó el timbre del portero. Como era domingo atendió una cara barbuda y dormida. Sin mirar lo derribó de un golpe con la pesada herramienta. Los golpes de remate fueron innecesarios. Al recorrer la casa no encontró ni a su mujer ni a sus tres niños. Con rabia advirtió que se habían ido a la casa de la abuela. Sólo se topó con la amante dormida que, al ser ultimada, alcanzó a exclamar un sordo quejido. Esto no lo conformó. No es lo mismo eliminar a un trabajador con su familia que a un portero con su amante. Lo segundo es vulgar. Todavía no era una noticia. Abrió la llave de gas y, despechado abandonó el lugar.
En la calle había poca gente. Lo atribuyó a lo temprano del día. Encontró una anciana que barría el zaguán de la casa. La estranguló con prisa. Luego se encaminó hacia el lugar dónde encontraría la mayor aglomeración de gente.
Pasada media hora de deambular sin encontrar nada de interés, entró en un shoping, magnífica catedral moderna. Buscaba un ámbito propicio que garantizara la publicidad buscada. En su frente comenzó a sentir un estigma pero se tranquilizó al ver que nadie lo notaba.
Mientras esperaba una mayor concurrencia, se sentó a tomar un café. Desde allí estudió el lugar. Descubrió un negocio cuyas paredes y techo eran por entero de vidrio y se imaginó lo que sucedería si alguien arrojara un objeto contundente desde el primer piso. Los vidrios le asegurarían efectividad y le permitirían un broche digno a su cosecha. De esa manera era imposible no ganar la primera página de todos los matutinos del día siguiente.
Desde el primer piso contempló sus posibles víctimas, aguardando un amontonamiento propicio. Miró el reloj: todavía no eran las diez. Cuando el negocio estuvo concurrido se decidió. Pronto supo que su falta de vigor le impediría hacer fuerza desde la posición en la que se hallaba. La maceta de cemento no sería fácil de mover. Encontró pronto la solución. Pasó una pierna sobre la baranda, quedando a horcajadas de la misma. Así podría usar los brazos de ambos lados convirtiéndose en una especie de mortífera catapulta. Advirtió que implicaba un riesgo distinto, porque podía morir en el intento. Decidió que valía la pena correr el riesgo.
Se inclinó sobre la planta, una pequeña palmera. Tomó con una mano el tronco y pasó la otra por debajo de la maceta. Luego tiró con todas sus fuerzas. Se sorprendió al ver que no presentaba resistencia porque resultó ser de un plástico que simulaba cemento. Era más liviana de lo previsto y el envión, disparó al hombre al vacío. Cayó cerca del negocio de los vidrios en una pequeña fuente, que le sirvió de fugaz mausoleo.
Al día siguiente, en medio de la vorágine de noticias provocada por las elecciones presidenciales, un pequeño artículo del diario informó que había sido apresada una mujer. Se la acusaba de matar a su esposo y a su amante, al haberlos sorprendido en flagrante adulterio.
Por cierta compasión, y por falta de espacio, no se informó del suicidio de un hombre que había encontrado a su familia asfixiada por un escape de gas.
Una anciana muerta de un paro cardíaco al barrer el zaguán no es noticia.

2 comentarios:

  1. MMMM ..... todo bien, pero, a ver, le propongo un ejercicio: intente escribir esto mismo pero con la mitad de los adjetivos que utiliza. Es sólo un ejercicio, pero fíjese las conclusiones que puede sacar del mismo, y después me cuenta.

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